EL CALOR
Había sido una noche tormentosa y los sueños me habían jugado una mala pasada. Pero estaba acostumbrado a dormir mal y ya había aprendido a convivir con mis pesadillas. Los cerros nevados, como siempre en invierno, rodeaban el valle árido y era difícil discernir donde terminaban las montañas y empezaban las nubes. Salí de la cabaña a tomar un poco de aire y fue cuando lo sentí.
Un frio gélido recorrió todo mi cuerpo, era de esperarse con -3 grados Celsius. Lo que resultaba realmente extraño era el calor profundo que emanaba de mi pecho. Punzante, se ponía en evidencia en contraste con el exterior. Tuve la profunda necesidad de desabrigarme. Algo se escondía debajo de tantas capas de ropa. Me quité todo el abrigo que cubría mi torso y solo quedamos mi camiseta oscura y yo. Toqué mi pecho por debajo de las telas pero todo parecía normal.
Entonces el horror se hizo presente. Una luz nació en mi esternón, tan brillante que al mirar hacia abajo los rayos se filtraban por las hebras enmarañada de mi barba, de varios meses sin cortar. En simultáneo, una fuerza me agarraba desde el punto caliente y me jalaba hacia arriba. Grité, grité desgarrando mis cuerdas vocales, pero no hubo sonido. El silencio era total. Entonces fui consciente de lo que había sucedido la noche anterior y otras tantas en el pasado. Jamás voy a perdonarme haber olvidado por tanto tiempo. Ahora recuerdo todo, pero a diferencia de mis sueños, ahora ya es tarde.
Fin.